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Venezuela deja atrás un año complejo en lo económico. Las enormes
dificultades, adversidades y fuertes restricciones (externa e interna)
se hicieron presentes desde el primer minuto de 2016.
En el contexto externo, el país continuó haciendo frente al
prolongado período de derrumbe -más de 50% en solo dos años- de los
precios internacionales del crudo, una herida casi mortal para una
economía que depende en 95% de la venta del hidrocarburo en su captación
de divisas. A las pruebas nos remitimos: durante los últimos tres años,
la merma de los ingresos en divisas ha sido una constante. Entre 2014 y
2015 los ingresos por la renta petrolera pasaron de 39.716 millones de
dólares a 13.236 millones; mientras que en 2016 batieron un nuevo record
a la baja: 5.291 millones. Esta es sin lugar a dudas la peor caída de
la última década.
A nivel externo, tampoco podemos olvidar la presión que
han jugado los poderes financieros internacionales contra Venezuela.
¿Cómo es que un país que cada vez que paga sus compromisos a los
acreedores, a tiempo y según las condiciones de reembolso, le suben el
riesgo país? Lo cierto es que pese a los intentos de posicionar el
relato de una Venezuela en “default”, el país ha honrado con todas sus
obligaciones financieras. Concretamente, solo en este 2016 el país
canceló -a tiempo- más de 17.000 millones de dólares en forma de bonos
(capital más intereses). Otro dato, si cabe más contundente: en los
últimos dos años y medio, un período que va desde finales de 2014, todo
2015 y todo 2016, el país ha pagado algo más de 60 mil millones de
dólares en compromisos internacionales. Venezuela paga mientras el mundo
financiero afirma que hay mucho riesgo que no pague. Sin embargo, nada
tiene que ver la confianza de los acreedores de la deuda venezolana con
aquello que profetizan ciertas agencias de calificación. Más del 90% de
los tenedores de la deuda jamás la revendieron en ningún mercado
secundario en los últimos 4 años. Es decir: la confianza en Venezuela
existe mal que le pese a muchos.
En el contexto interno, por su parte, la guerra económica
de carácter no convencional impulsada por agentes antagónicos a la
Revolución Bolivariana se recrudeció. Los frentes políticos, económicos y
financieros hicieron uso de todo su arsenal para caotizar la ya sentida
economía del país. Larga lista de poderosos grupos promovieron
diferentes estrategias para la afectación sistemática de las cadenas de
producción y distribución de alimentos, el acaparamiento de productos
básicos, el ataque a la moneda nacional a través de mafias fronterizas,
la inducción de una inflación especulativa. En su mayoría, sectores que
sin producir un solo rubro se lucraron de la crisis en mucho más del
100%.
Nada de esto significa que la economía venezolana no tenga
sus propios desequilibrios estructurales luego de más de tres lustros
de aceleradas transformaciones. La necesidad de incrementar la
producción nacional para garantizar una oferta estable acorde a la
demanda es un asunto imperioso. La agenda productiva es verdaderamente
el gran reto de la economía del país. Se requiere generar riqueza
puertas adentro para evitar tanta dependencia externa. Y ello ha de
hacerse además con eficiencia productiva y social. El modelo venezolano
no es cualquiera; y de lo que se trata es de crecer distribuyendo para
que la riqueza no se cree a costa del empobrecimiento de las mayorías.
Los 15 motores productivos han de ser la columna vertebral de la nueva
economía del 2017.
A contrapelo de la receta dominante en otros países de la
región, en Venezuela, el Presidente Maduro en su pasada rendición de
cuentas (del año 2016) dejó claro que el camino a seguir no es el
neoliberal. En su intervención, demostró que la senda no es la política
económica austericida. Ni recorte sociales ni recortes de salario
nominal. El "ajuste" bolivariano en su lugar ha estado enfocado en
proteger el bolsillo de las mayorías y así los números lo confirman.
Algunas cifras:
1) En 2016 la inversión social fue de 73%, un incremento de un punto y medio respecto al gasto de 2015 (71,4%).
2) En materia salarial, hubo cinco aumentos del ingreso
mínimo mensual durante el año pasado e inicios de este año, que juntos
suman un acumulado anual del 536%.
3) En el sistema de Seguridad Social, hoy día 9 de cada 10
adultos mayores pertenecen al sistema previsional que en 2016
contabilizó más de 3.200.000 pensionados, cerca del 89,9% de la personas
en edad de recibir este beneficio en el país.
4) En relación a otros programas sociales, 335.000
viviendas rehabilitadas por el programa "Barrio Nuevo, Barrio Tricolor",
y 359.000 nuevos hogares construidos por la Gran Misión Vivienda
Venezuela (GMVV), para un total de 1.350.000 viviendas a cinco años de
su lanzamiento.
5) En relación a la cuestión alimentaria, nacieron los
Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), una forma de
organización popular que responde a la necesidad de fraguar, desde lo
local, un nuevo sistema de producción de rubros de primera necesidad y
la distribución de los mismos entre las comunidades. Desde el momento de
su creación y hasta finales de 2016, se entregaron 351.674 toneladas de
alimentos a un 1.945.441 familias. Para el primer trimestre de 2017 la
meta es llegar a seis millones de hogares. Además de esto, en breve, se
crearán las tiendas CLAPs que buscarán ampliar la oferta de productos
complementarios a precios justos.
Pero además de lo social, hay que destacar el gran golpe
de timón en clave tributaria y cambiaria. En lo tributario, el gobierno
bolivariano demostró que sabe navegar a contracorriente del canon
neoliberal. El Presidente Maduro tomó la decisión de proteger a
2.400.000 familias exonerándole de pagar el impuesto sobre la renta
correspondiente con el ejercicio pasado. Esto significa que casi el 95%
de los contribuyentes (personas físicas) no pagarán este tributo. Pero a
cambio de ello, planteó la creación de impuesto patrimonial para
aquellas empresas con patrimonio superior a 2.000 millones de bolívares
(casi 3 millones de dólares calculados a Dicom). Esto pone de manifiesto
que la Revolución Tributaria sigue en marcha en Venezuela protegiendo a
los que menos tienen y centrando toda su atención en aquellos que se
han enriquecido y mucho en estos años difíciles.
En relación a lo cambiario, se han abierto casas de cambio
en territorio venezolano en zona fronteriza. El objetivo es ganar
soberanía cambiaria frente a la arremetida permanente desde Colombia que
ha venido permitiendo “legalmente” que los intermediarios cambiarios
pongan el tipo de cambio que deseen haciendo caso omiso a lo que diga su
propio Banco Central. Este diferencial cambiario, amparado en la
resolución 8, es realmente nocivo para Venezuela pues atenta a una
relación económica de competencia leal. La nueva decisión económica de
permitir la convertibilidad entre el bolívar y el peso colombiano en las
casas de cambio venezolanas abre un nuevo pulso cambiario con mejores
condiciones y herramientas para evitar la devaluación practicada desde
Colombia contra la moneda venezolana.
Se viene un año económico 2017 seguramente bien diferente
al pasado. Los precios del petróleo comienzan con un valor de 45 dólares
el barril cuando en enero del 2016 marcaban un mínimo histórico de 20.
El arco minero ha comenzado a funcionar. Las relaciones con China siguen
dando sus frutos. La restricción externa amaina relativamente. Y a
nivel interno, las condiciones de partida son infinitamente mejores que
las del año pasado para inaugurar hacia delante una nueva época
productiva. La casa económica venezolana está mucho más organizada para
afrontar el nuevo año.
AUTOR: CRISMAR LUJANO Y ALFREDO SERRANO MANCILLA
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